Castellón es de esas “plazas” a las que voy de higos a
brevas (como se dice en lenguaje coloquial). Una de esas ciudades en las que
poco a poco me voy moviendo con más soltura, pero de la que todavía no tengo
las coordenadas que me hacen sentir como en casa.
Además, el recibimiento de esta visita no fue nada
alentador: frío intenso, lluvia como en los años de gota fría… Vamos, que se
daban todas las circunstancias para que el alojamiento elegido se convirtiera
en un refugio tipo “segundo hogar” o por el contrario, terminara por convertir
el viaje en un desastre.
¿Desenlace? Era mi primera visita al Hotel Civis Jaime I (el
nombre, pura casualidad). Un 3 estrellas que hace honor a su categoría.
Aunque la primera impresión es bastante positiva: está
ubicado muy cerca del centro de la ciudad, en las inmediaciones se puede
aparcar con facilidad, las zonas comunes (el hall, la cafetería…) tienen una
estética moderna y atractiva, detalles que se agradecen (por ejemplo, el corner
con ordenadores o la máquina de café de cortesía), cuando llegas al corazón del
Hotel te das cuenta que estás en el “típico 3 estrellas” que no recordarás.
Las habitaciones son de manual de 3 estrellas: más bien
pequeñas, con los elementos justos (¿qué fue de aquellos detalles de los baños?
Ahora te encuentras un jaboncillo, un gorro de baño o unos pañuelos de papel y
da gracias), con una decoración tirando a sombría… El desayuno tiene más o
menos lo mismo que puedo encontrar en la cocina de mí casa. Los servicios que
ofrece el Hotel son “ajustados” (eufemismo para decir que como saques los pies
del tiesto te encontrarás un “no” como respuesta). En fin…