Peñafiel. Un desconocido con mucho que ver. No había estado
jamás en este pueblo. Lo más cerca, Aranda y Valladolid. Y sin que sea un lugar
excepcional, tiene una oferta que bien merece un fin de semana: un castillo muy
bien conservado que ofrece unas excepcionales vistas de Castilla, bodegas para
todos los gustos y colores y una oferta gastronómica diversa e interesante.
Me alojé en el Hotel Convento Las Claras. En general, la
experiencia fue grata, aunque como siempre, hay algún aspecto mejorable: la habitación
bastante pequeña y con un aspecto más de un tres que de un cuatro estrellas, un
desayuno tirando a normal, un sistema de acceso nocturno al hotel un tanto
obsoleto y particular (hay que llamar a un portero en el exterior de las
instalaciones, esperar a que las personas de recepción salgan a abrir…).
Sin embargo, predominan las gratas sorpresas: unas
habitaciones muy bien insonorizadas, una oferta de servicios que hacen la
estancia confortable sin que hayan tirado por tierra la estética del convento
(al contrario, uno de los aspectos más atractivos de este hotel es que conserva
el aire conventual que tuviera antes de cambiar de uso)…
Y sobre todo, unas vistas del castillo que impresionan. En particular, cuando este es iluminado al caer la noche (siento no tener una imagen nocturna de la fortaleza: mi móvil tiene que mejorar en este aspecto.)
Aunque la atención en los alojamientos que visito suele ser muy grata, y por lo tanto, no me llama la atención, en el Hotel Convento Las Claras la sensación con la que sales es la de haber estado alojado en un establecimiento en el que no te sientes como un extraño, entre otros motivos, porque el trato es cordial y muy llano.
En definitiva, un alojamiento que sin llegar al excelente, está a la altura de un destino poco conocido, pese a quedar tan a mano de la capital, pero que merece la pena.