sábado, 20 de diciembre de 2014

Hotel Amara Plaza

Mi historia con el Amara Plaza es curiosa porque en él había estado con anterioridad, pero nunca alojado. Siempre por motivos profesionales, siempre en sus espacios comunes: el hall, los salones, la cafetería..., pero hasta el otro día, nunca había sido huésped de este hotel que por otro lado, está en un lugar tan central de San Sebastián que resulta imposible no pasar a su lado, cosa que había ocurrido yo creo que todas las veces que he ido a una de mis ciudades favoritas de España.

¿Qué tiene de especial el Amara Plaza? Realmente, nada. Es un hotel ubicado en un lugar que te deja cerca todo lo importante de la ciudad, que tiene la singularidad de estar junto al Urumea y sus bellos puentes... Es un hotel en el que se ha tratado de hacer un esfuerzo en el interiorismo, consiguiendo una mezcla entre modernidad y clasicismo que en ocasiones, chirría un poco; pero en general, te da la impresión de estar en un hotel actual.


A mí me parece destacable el estilo moderno del hall y los diferentes ambientes que ofrece, esa especie de bar-club (con piano incluido) que tiene en la planta baja y que anima a tomarse una copa al acabar la jornada y el corner situado encima del hall reservado para el acceso a Internet o simplemente, para desconectar durante un rato.


En cambio, el restaurante es bastante normal, las habitaciones no destacan por nada en particular, no tiene ningún servicio que le convierte en "especial"... Mi sensación es que aunque el Amara Plaza quiere tener un toque de distinción o de singularidad, no logra alcanzar ese reto.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Hotel Convento Las Claras

Peñafiel. Un desconocido con mucho que ver. No había estado jamás en este pueblo. Lo más cerca, Aranda y Valladolid. Y sin que sea un lugar excepcional, tiene una oferta que bien merece un fin de semana: un castillo muy bien conservado que ofrece unas excepcionales vistas de Castilla, bodegas para todos los gustos y colores y una oferta gastronómica diversa e interesante.

Me alojé en el Hotel Convento Las Claras. En general, la experiencia fue grata, aunque como siempre, hay algún aspecto mejorable: la habitación bastante pequeña y con un aspecto más de un tres que de un cuatro estrellas, un desayuno tirando a normal, un sistema de acceso nocturno al hotel un tanto obsoleto y particular (hay que llamar a un portero en el exterior de las instalaciones, esperar a que las personas de recepción salgan a abrir…).

Sin embargo, predominan las gratas sorpresas: unas habitaciones muy bien insonorizadas, una oferta de servicios que hacen la estancia confortable sin que hayan tirado por tierra la estética del convento (al contrario, uno de los aspectos más atractivos de este hotel es que conserva el aire conventual que tuviera antes de cambiar de uso)…



Y sobre todo, unas vistas del castillo que impresionan. En particular, cuando este es iluminado al caer la noche (siento no tener una imagen nocturna de la fortaleza: mi móvil tiene que mejorar en este aspecto.)

Aunque la atención en los alojamientos que visito suele ser muy grata, y por lo tanto, no me llama la atención, en el Hotel Convento Las Claras la sensación con la que sales es la de haber estado alojado en un establecimiento en el que no te sientes como un extraño, entre otros motivos, porque el trato es cordial y muy llano.

En definitiva, un alojamiento que sin llegar al excelente, está a la altura de un destino poco conocido, pese a quedar tan a mano de la capital, pero que merece la pena.

lunes, 6 de octubre de 2014

Hotel Hesperia Bilbao

Ya no lo recordaba, pero en este hotel había estado ya hace unos cuantos años. Y si no me equivoco, la experiencia fue bastante buena.

Se trata de un alojamiento situado en una ubicación muy interesante porque si bien no está en el corazón de los sitios más interesantes de la ciudad, está muy cerca de todos ellos: a un paso del casco viejo, a otro del centro y a tiro de piedra del Guggenheim.

Es un hotel que presta mucha atención al diseño (es algo que se aprecia incluso desde fuera con esas ventanas de colores de la fachada), pero que a diferencia de otros alojamientos, no es un diseño superficial, sino que está pensado para que la experiencia sea mejor.

Desde mi punto de vista, lo más interesante del Hesperia Bilbao está en la planta baja donde se encuentra el restaurante, la cafetería que hace las veces, de jazz club (por cierto, el día que salí del Hotel estaban montando el escenario para el concierto del viernes noche) y de sushi bar y un lobby sencillo y funcional, pero verdaderamente bonito.


En este caso, estuve alojado en una habitación un poco pequeña (aunque con todo lo necesario) con unas vistas mejorables (la mía daba a un solar…), pero que tenía detalles de esos que dejan un buen sabor de boca: por ejemplo, el set de baño, sin muchas florituras, pero muy bien presentado.

Otros detalles que hacen la experiencia notable: la apuesta por la movilidad respetuosa con el medio ambiente (un aparcabicis con modelos eléctricos en la entrada del hotel) y un desayuno a la altura de los NH con platos preparados al momento, propuestas no convencionales (muesli, frutos y frutas secas…).

Mejorable, las esperas en la recepción. Cuando el nivel de ocupación es más elevado, la recepción debería reforzarse con más personal para agilizar los trámites.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Pensión Arbidel

Los pocos (y locos) que seguís este blog (os quiero a todos jajaja) sabéis que solo hablo de hoteles, pero también que a veces, hago una excepción. Solo cuando verdaderamente lo merece. Y es el caso.

La Pensión Arbidel está en Ribadesella, un pueblín sin mucho que ver, pero que da para un buen fin de semana.

Es un alojamiento modesto, chiquitín, nada pretencioso, sin apenas servicios, pero que está hecho con un encanto espectacular. Aprovechando el rinconcillo de una de las calles peatonales de la ciudad han creado un espacio en el que las habitaciones se van repartiendo alrededor de las escaleras y de un conjunto de pequeños patios o zonas de reposo (con sus mesitas de madera, su césped…) decorados con mucho gusto.


Las habitaciones no son nada del otro mundo: tirando a pequeñas, equipadas con lo más imprescindible… pero siempre, todo muy cuidado, lo que hace sentirse en un lugar muy cálido y acogedor.


No todo son flores: es una pena que ninguna habitación tenga vistas dignas de mención y sobre todo, es bastante molesto el ruido que origina el trasiego constante de huéspedes.


Una última nota: anejo a la pensión hay un restaurante algo caro, pero con una oferta muy interesante y por encima de todo, decorado con mucho encanto. Merece la pena una cena con velas.

miércoles, 23 de julio de 2014

Novotel Marqués de Nervión

No sabría decir cuándo ni por qué, pero hace poco se produjo un punto de inflexión en mi planteamiento de viaje: si antes me decantaba por hoteles que ya conocía o que eran “un valor seguro”, ahora prefiero probar y descubrir.

Desde tal enfoque, visité una vez más Sevilla por motivos de trabajo y elegí un alojamiento en el que no tenía experiencia previa: el Novotel Marqués de Nervión.

Sin lugar a dudas, la impresión inicial más llamativa es que es un alojamiento insertado en un gran centro comercial y situado al pie del campo del Sevilla FC, visible desde diferentes puntos del hotel. Una ubicación de lo más singular.


El hotel tiene un acusado perfil turístico y solo destaca por pequeños detalles que no son nada habituales en otras cadenas y que se agradecen, por ejemplo, la amplísima bañera o el servicio de té con el que cuentan las habitaciones. Aunque, uno de sus servicios más interesantes es el solárium y la generosa piscina situada en la terraza del edificio y desde la que se tienen unas espléndidas vistas de la ciudad y del Sánchez Pizjuán.


En cambio, acumula un conjunto de detalles que bajan el nivel del alojamiento, por ejemplo, unas toallas bastante trilladas, la música de los 80 que se escucha nítidamente en las zonas comunes del hotel, y sobre todo, ese aire de “hotel para guiris” que hace impersonal su aspecto.

jueves, 3 de julio de 2014

Hotel NH Atlántico

Llevaba bastantes meses sin ir a La Coruña, una de esas ciudades medianas-pequeñas en las que no descartaría instalarme; una de mis favoritas sin lugar a dudas.

En este caso, la visita tenía que ver con motivos laborales y como en anteriores ocasiones, me alojé cerca del casco antiguo. El hotel elegido fue el NH Atlántico, un alojamiento en el que no había estado antes.

¿Qué destacaría de él? Sin lugar a dudas, su ubicación: con buen acceso a las principales vías de salida y entrada de la ciudad y al mismo tiempo, muy próximo a la zona antigua de La Coruña. Y por si fuera esto no fuera suficientemente atractivo, el NH Atlántico está ubicado en una amplia zona ajardinada y a unos pocos minutos de la playa de Orzán.

A la altura de la ubicación, también está el desayuno que ofrece: con una diversidad que se agradece y con productos que no suelen encontrarse en la mayor parte de los hoteles de esta categoría, y todo ello en un espacio luminoso, amplio y confortable. Para recordar.



Pero el NH Atlántico tampoco es un alojamiento perfecto. En particular, es un hotel que está sufriendo las importantes obras de remodelación de su entorno, lo que hace difícil acceder en vehículo privado, dificulta el aparcamiento, afea el conjunto y sobre todo, produce una cantidad de ruido que hace ciertamente desagradable la estancia (aunque es cierto que en la habitación que me correspondió apenas se apreciaban las molestias de la obra siempre que se mantuvieran las ventanas cerradas).

Y aunque entiendo que tiene que ver con los gustos personales, a mí el aire clasicote, rozando lo rancio, de la decoración del hotel no me resulta atractivo. Quizá persigue ennoblecer y elevar el perfil del alojamiento, pero a mí me produce el efecto de regreso al pasado.



jueves, 19 de junio de 2014

Hotel Catalonia Avinyo

Una de las ventajas de organizarme los viajes de trabajo por mi cuenta es que me suele ofrecer la posibilidad de salirme de las cadenas y hoteles más habituales.

En este caso, viajaba a Barcelona tres días por motivos de trabajo y me apetecía estar en un hotel céntrico para aprovechar los ratos libres para hacer turismo o pasear, y al mismo tiempo, que tuviera un nivel de confort y servicios notable.

La elección fue el Hotel Catalonia Avinyo. Un alojamiento sobre el que no tenía referencia alguna previa.

¿Y cuál es el balance?

Del lado positivo, es un hotel que tiene a mano buena parte de los atractivos principales de Barcelona: el barrio Gótico, Raval, Rambla… y al mismo tiempo, que permite un acceso sencillo al transporte público para moverte por la ciudad.

Aunque apenas la usé, me pareció muy interesante la propuesta de pequeña terraza con solárium, piscina y spa. A destacar las bellas vistas sobre la ciudad. Una sorpresa muy grata.


Viendo el modo en que está bajándose el listón con el mantenimiento y equipamiento de los gimnasios, seguramente, como consecuencia de la crisis, me parece muy destacable el nivel del que ofrece el Avinyo: aparatos modernos, muy bien cuidados, con una diversidad interesante. Muy bien, la verdad.


Por último, se trata de un hotel muy cuidado: con detalles de diseño (en las habitaciones, en el hall…), bien mantenido, limpio, luminoso.


Pero… pero también hay aspectos mejorables. Como siempre.

La ubicación del hotel también tiene su “lado oscuro”. A mí me molestaron dos cosas en particular: que es una zona llena de turistas a cualquier hora del día, lo que te hace sentir uno de ellos. Y por otro lado, debido a su ubicación, es un hotel al que es difícil acceder en transporte privado: alquilé una moto que tuve que dejar aparcada a varios minutos del hotel, lo que representa una incomodidad.

Para los que concedemos especial importancia al comer, he de decir que el desayuno no fue destacable: tirando a normal y un tanto escueto. Sin nada que llamara la atención o sorprendiera.

Y por último, las habitaciones resultan un tanto espartanas, quizá como efecto de un diseño que peca de frialdad, aunque no hasta el punto de hacerte sentir incómodo en ellas.



¿Recomendable? Creo que sí. Una buena opción para disfrutar de Barcelona.

domingo, 16 de febrero de 2014

Hotel Evenia Rosselló

En la segunda visita a Barcelona en menos de dos meses me apetecía salir de las cadenas habituales de hoteles y probar una en la que no tenía experiencia previa. Lo que había visto en su página web me había parecido razonable. Reconozco que no tenía nada que me pareciera especialmente interesante, pero tampoco encontré nada que convirtiera el Evenia Roselló en una opción descartable de antemano.

Empecemos por lo menos satisfactorio. En general, una clara orientación hacia el usuario que visita la ciudad con fines turísticos, lo que suele traducirse en unos servicios un tanto escuetos, en una ausencia considerable de aspectos que te lleven a pensar que estás alojado en un hotel de un estatus elevado (y eso que estamos hablando de un 4 estrellas) y sobre todo, en unas habitaciones en las que es complicado trabajar (en este caso por dos motivos: porque no había luz adecuada en la mesa de trabajo y porque había que ser un especialista en Tetris para poder sentarse o levantarse de la misma).



Sin embargo, el aspecto mejorable más importante fue la falta de mantenimiento de la habitación: la tapa del water no se mantenía en pie, la televisión no se veía probablemente por un mal ajuste de la antena, la cisterna se atascaba y no dejaba de soltar agua...



Y sin embargo, es un hotel que resulta interesante si no se tienen pretensiones: tiene un pequeño gimnasio en el que todas las máquinas están en buen estado y funcionan (algo cada vez más infrecuente, quizá por la famosa crisis), el desayuno es bastante correcto, en las habitaciones se pueden encontrar detalles que hacen pensar en un esfuerzo de diseño y de personalización, también se puede ver alguna concesión a los gustos más actuales en el hall y sobre todo, para mi fue muy gratificante disfrutar de la oportunidad de alquilar una bicicleta a un precio muy razonable (7,5€/día) para aprovechar el tiempo libre que me dejaron mis compromisos profesionales.